Esta pititabla es una reliquia, una pieza de museo, mi tía la tiene en su cuarto en la casa de playa llena de telarañas y polvo. Mi primera pititabla fue como esa, recuerdo cuando me la regalaron lo feliz que estaba, la olía, la acariciaba y me la ponía en el pecho fantaseando estar sobre una ola, ya no veía el momento de estar en el mar. Mi familia ha veraneado en el sur desde siempre, desde antes que yo naciera, talvez por eso mi amor hacia el mar, la playa, el bodyboard y todo lo que tenga que ver con lo marino. Con esta pititabla más que olas corría chorros, la playa a la que íbamos era brava por lo que no me podía meter adentro. La cosa se ponía mejor cuando se formaba una contraola, que era cuando el chorro salía hasta la orilla y al regresar el agua de la orilla al mar lo hacía con tal fuerza que se formaba un chorro que entraba hacia adentro, yo corría el chorro que salía y cuando los dos chorros, el que salía y el que entraba se encontraban se formaba lo que yo llamaba un aplauso y en cada aplauso yo saltaba con la pititabla, eran como rompemuelles de agua, cómo gozaba.
El ancla del diseño y el material de la pititabla me hacían escaldar la panza horriblemente, un mal del que padecíamos todos los pititablistas, no se a quién se le ocurrió pero las empezaron a pintar para evitar las escaldaduras cosa que ayudaba. Todo fue felicidad hasta que mi primo Coco me la pidió prestada, yo se la di porque no me quedaba otra, él se metió hasta el fondo, ese día el mar estaba movido y las olas eran huecas y reventaban tipo guillotina, yo no le quitaba los ojos de encima, en eso viene una olaza y él se la baja, tal fue el impacto de la ola al reventar que mi pititabla se partió en dos, yo sentí que mi corazón se partió igual que la pititabla y me mordía los labios para no llorar, el mangansonazo de mi primo puso su cara de autogol y nunca me la pagó el fresco.
Fuente http://tor-teespicante.blogspot.com
Yo quiero una...donde???
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