viernes, 26 de noviembre de 2010

Ruge el mar





Pocos lugares poseen una vibra especial, un espíritu fuerte. En las ciudades que viven dentro de la vertiginosa rutina urbana, en esas que el ritmo lo ponen las horas punta, es aún más difícil encontrar estos sitios. Creo que Lima, dentro de toda su complejidad, es una ciudad que ofrece un lugar donde el mar puede demostrar su vitalidad, donde la naturaleza impone su espíritu y se hace respetar. Este lugar es La Herradura.

Cuando no hay crecida es como un felino durmiendo. Calmado, respira dulcemente, sus garras están escondidas. Sin embargo, como un depredador guiado por el instinto, puede despertar en cualquier momento para buscar su presa. Agazapado se acerca a su víctima, observa atentamente, salta hacia ella, abre las mandíbulas, saca las garras y ruge. La “Herra” hace temblar el suelo con sus rugidos, la espuma blanca son como colmillos depredadores y las barredoras son como un zarpazo desgarrador.

Hace muchos años era la playa más ficha de Lima. Se convierte luego en un lugar abandonado donde los más aventureros corren esas olas inmensas. A veces refugio de personajes indeseables, sede de alguna discoteca o basurero de nuestra urbe. Estas orillas han querido ser devastadas por el cemento y la avaricia de algunos negociantes.

Sin embargo, con todos sus lamentos y virtudes, hemos podido salvar a este felino al borde de la extinción, algunas veces agonizante debido a la contaminación. Es deber de los que respetamos el mar hacer que este pedazo de naturaleza de condiciones óptimas para practicar el surf sea cuidado por las autoridades respectivas.

Texto y fotos: Eduardo Cardozo

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